¿Robots con conciencia? El último desafío del cientificismo contemporáneo

¿Robots con conciencia? El último desafío del cientificismo contemporáneo

Por Matteo Castagna

TODO EL MUNDO ESTÁ DE ACUERDO EN QUE ESTAMOS VIVIENDO UN PERÍODO DE CAMBIOS DE ÉPOCA, A NIVEL ECONÓMICO Y POLÍTICO, PERO SOBRE TODO A NIVEL SOCIAL Y ANTROPOLÓGICO

Todo el mundo está de acuerdo en que estamos viviendo un período de cambios de época, a nivel económico y político, pero sobre todo a nivel social y antropológico. No se trata de cambios fisiológicos, debidos al progreso de los procesos naturales de transformación de hábitos y sentimientos comunes. Es un proyecto que se produce en los círculos de las élites supranacionales por personas que tienen un nombre y un apellido además de un fin, que se compone de enriquecimiento y poder. Este programa tiene un nombre: “sociedad abierta”. El noble padre es Karl Popper, quien comienza a elaborar su pensamiento en los años cuarenta del siglo pasado.

Según Popper, en las sociedades abiertas se supone que el gobierno es sensible y tolerante, los mecanismos políticos transparentes y flexibles al cambio, que permiten a todos participar en los procesos de toma de decisiones. En la creencia de que la humanidad no tiene verdades absolutas, sino sólo aproximaciones, la sociedad debe entonces dar la máxima libertad de expresión a sus individuos y no se justifica el autoritarismo. Sostuvo que solo la democracia liberal ofrecería un mecanismo institucional para evolucionar y reformarse o sufrir cambios de poder sin necesidad de derramamiento de sangre.

El multimillonario y activista político George Soros, quien se describe a sí mismo como discípulo de Popper, argumenta que el uso sofisticado de técnicas persuasivas y engañosas, como la publicidad moderna y la ciencia cognitiva, implementadas por políticos como Frank Luntz y Karl Rove, ponen en duda la concepción original de Popper la sociedad abierta. Debido a que la percepción de la realidad por parte del electorado puede ser fácilmente manipulada, el discurso político democrático no conduce necesariamente a una mejor comprensión de la realidad.

Soros sostiene que, además de la separación de poderes, la libertad de expresión y de pensamiento, también es necesario hacer explícita una fuerte devoción por la búsqueda científica de la verdad. La ingeniería social se convierte en un pilar esencial de la metapolítica de la Open Society de Soros, sobre todo por la influencia de Popper, el antropólogo y psicólogo Gregory Bateson, padre de la cibernética. Con él viene el control mental y la reprogramación psicosocial de las masas.

El escritor Lucien Cerise dio esta definición de ingeniería social: “es el nombre dado a un enfoque intervencionista y mecanicista de los fenómenos sociales. Se trata de trabajar en la transformación de la sociedad como si fuera un edificio, una arquitectura, por ejemplo realizando ‘demoliciones controladas’, o utilizando una especie de ‘caos controlado’ para provocar cambios que de otro modo no se producirían por sí solos. […] La ingeniería social es la transformación sigilosa y metódica de sujetos sociales (individuos o grupos).”

Ante un programa tan inquietante, que incluye inteligencia artificial y anula la relación del alma con la religión, reseteando el pensamiento y dejándolo todo a las máquinas, me encontré con un artículo de Giorgia Audiello en Avanti.it,  del 10 /2/2023, titulado: “¿Robot con conciencia? El último desafío del racionalismo científico”.

La periodista comienza afimando: “Investigar, simular y crear” conciencia, a través de la robótica, es la última frontera del culto al progreso tecnocientífico materialista y mecanicista que impregna la modernidad.

Intentar dotar a las máquinas de autoconciencia es la paradoja más extrema del racionalismo positivista que quisiera reducir el pensamiento –incluyendo la creatividad, las emociones y la sensibilidad– a un mero proceso mecánico mediante el uso de algoritmos y aprendizaje profundo.

El objetivo es dotar a las máquinas de autoconciencia mediante lo que se denomina autosimulación artificial y llegar utópicamente a las “máquinas conscientes”: una contradicción de términos ya que máquina y conciencia son en sí mismas incompatibles, siendo la primera material y programada y la segunda – como conectado al pensamiento y al alma – inmaterial y, por esta razón, supremamente libre y no programable.

Si investigar los grandes misterios de la vida, el universo y la conciencia siempre ha sido objeto de la filosofía, hoy se ha convertido sobre todo en el interés de la ingeniería, la neurociencia y la bioquímica, ya que buscan la manera de reproducir artificialmente estos procesos en un impulso prometeico que lleva al hombre no sólo a querer dominar la realidad, sino directamente a crearla, en la irreal ilusión de demostrar -a través de la tecnociencia- que no existen los “misterios” y que todo puede reducirse a leyes mecánicas y materiales, incluida la vida misma .

Así también lo afirma implícitamente Hod Lipson, ingeniero mecánico que dirige el Creative Machines Lab de la Universidad de Columbia, con el objetivo de crear máquinas autoconscientes. En referencia a esto último, Lipson afirmó que “es casi una de las grandes preguntas sin respuesta, como el origen de la vida y el origen del universo. ¿Qué es la sensibilidad, la creatividad? ¿Qué son las emociones?. Queremos entender qué significa el ser humano, pero también queremos entender qué se necesita para crear estas cosas artificialmente”.

Con toda la razón, Audiello concluye: “Si por un lado, por lo tanto, hay un intento creciente de distorsionar al hombre reduciéndolo a meros procesos bioquímicos, por otro, paradójicamente, existe el deseo de atribuir características intrínsecamente humanas como la conciencia a las máquinas, en la vana ilusión de elevar al hombre al rango de creador”. Sin embargo, esta voluntad de poder que tiene que ver con el orgullo humano de imitar torpemente a “Dios”, no sólo corre el riesgo de alejar cada vez más al hombre de la comprensión de conceptos que ya han sido profunda y magistralmente investigados por la filosofía antigua, sino también de alterar y poner en peligro la libertad humana cada vez más a merced del control digital y de la AI que puede dar vida a una verdadera red de vigilancia ineludible, convirtiendo al ser humano en esclavo de sus propias “creaciones”.

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